Según Rafa Guerrero, psicólogo y especialista en educación emocional, la pandemia va a afectar en diferentes niveles a las generaciones más jóvenes porque, entre otras cosas, se encuentran inmersos en muchos procesos de miedo y rabia:
Además, los niños están experimentando de forma acelerada muchos sucesos llenos de incertidumbre, que les están llegando en una etapa de la vida muy temprana, y los padres nos preguntamos cómo ayudarles a gestionar esa incertidumbre.
Rafa Guerrero apunta que “una de las claves consiste en acompañarles o estar presentes en esa incertidumbre. El ser humano planifica mucho su vida porque, por naturaleza, le cuesta gestionar el miedo a lo desconocido, no saber qué viene después. ¿Y cómo podemos ayudar a los niños? Sobre todo, permitiéndoles sentir esa sensación tan desagradable de no saber lo que viene. Nosotros como figuras de referencia tendemos a tranquilizarles y a calmarles en los momentos en los que podemos, pero hay otros en los que no podemos porque no sabemos. Y esto es un aprendizaje que los más pequeños deben llevar a cabo. Pero lo más importante es que papá y mamá estén presentes, que nuestros hijos sientan que estamos presentes para protegerles.”
Normalizar las emociones es fundamental para un correcto desarrollo de la inteligencia emocional. Ayudar a nuestros niños pasa porque sean conscientes de que esa rabia, miedo o celos que sienten son sentimientos que afectan a todas las personas, no exclusivamente a ellos porque sean malos, raros o diferentes. Entender que lo que te pasa a ti le pasa a todo el mundo, pero nadie te lo cuenta.
Una de las necesidades más importantes de la etapa adolescente es formar parte del grupo. “Si nos encontramos a niños o adolescentes que funcionan de manera individual y que no tienen un grupo de referencia, o al menos un amigo, nos saltan todas las alarmas. El niño o adolescente tiene que sentirse parte importante de ese grupo”, asegura el experto en inteligencia emocional.
La sociedad occidental es evitativa por naturaleza: con los conflictos, con las emociones, con los problemas,… y, sobre todo, con emociones como el miedo y la tristeza. Cuando los niños o los adolescentes nos dicen que tienen miedo, nosotros respondemos “no tengas miedo”. Nuestro hijo siente una emoción y nosotros la racionalizamos, y eso provoca una falta de entendimiento. Rafa Guerrero explica que, con el paso de los años, esto genera una desconexión: “yo sufro mucho interiormente pero no soy consciente de la raíz del sufrimiento. Nuestros adolescentes tienen muchísimo miedo pero no les hemos ayudado a conectar con sus sentimientos.”