«Desde la escuela sí se puede fomentar la empleabilidad»
Raül Adames, director del Área Colegios de CEU, analiza en un artículo publicado por el diario La Razón varios aspectos de la situación del sistema educativo en España.
En su opinión, la educación ha evolucionado de forma exponencial desde hace 50 años, pero no solo en cuanto a los avances tecnológicos incorporados en las aulas sino en el cómo. “Los colegios son lugares donde poco a poco se enfoca la educación de nuestros jóvenes a la empleabilidad”.
Argumenta en esta entrevista que desde la escuela sí se puede fomentar la empleabilidad en un sentido amplio y a la vez específico. “Desde las primeras etapas de la educación infantil, tratamos de formar a nuestros alumnos en hábitos de autonomía, laboriosidad y responsabilidad. Esto les permite adquirir las habilidades y competencias tan necesarias actualmente en cualquier trayectoria profesional. Les ofrecemos una educación integral, con el objetivo de que vayan consolidando sus conocimientos académicos combinándolos con una sólida formación personal que les permita contribuir, desde todos los ámbitos, a una mejora de la sociedad”.
En este sentido, el fomento del espíritu emprendedor y las diversas actividades que se puedan llevar a cabo en las últimas etapas de ESO y Bachillerato para que los alumnos tengan una aproximación al mundo laboral, deberían ser objetivos trasversales a nivel curricular.
Por un sistema que salvaguarde el valor del esfuerzo
Adames afirma también que echa de menos en el sistema educativo español la posibilidad real de que haya distintos modelos educativos que se adapten a la realidad social concreta, incluida la libertad de los padres.
Asegura que el problema principal es que la clase política siempre ha considerado la escuela como el laboratorio del cambio social, como si fuese el único espacio “educativo” de la sociedad. Y no solo carga sobre la escuela todas las manías de cada época, sino que ni siquiera tiene cuidado de no contradecirse. Por una parte, hay una tendencia de evitar toda “experiencia traumática” a los alumnos, que incluye el esfuerzo, el fracaso, el dolor de asumir las consecuencias de los propios actos, y que criminaliza el espíritu competitivo y el éxito por delante de los demás.
Un buen ejemplo de esta contradicción: Durante la ESO se sustituyen las notas numéricas por una formulación más o menos vaga, pero para acceder a las etapas postobligatorias, si no hay plazas suficientes, se calcula el orden de preferencia por nota numérica. Lo cual obliga a traducir los «progresa adecuadamente» a un número. “Este buenismo ingenuo subyacente en toda la legislación por su propia naturaleza es contradictorio y, en la práctica, acaba siendo contraproducente”.
En resumen, afirma, “echo de menos un sistema que salvaguarde el valor del esfuerzo tanto de docentes como de alumnos, que fomente el valor de la belleza y del conocimiento como algo irrenunciable”.